Concha García Campoy, periodista

Concha García Campoy, periodista

Concha García Campoy, periodista

Concha García Campoy está enamorada de la radio. Después de hacer televisión y pasar por casi todas las cadenas de radio importantes del país, ahora ameniza las tardes de Punto Radio con el magacín "Concha en su punto". En esta entrevista, la informadora dice que en esta profesión todavía se siente "como una adolescente".-En su programa, "Concha en su punto", suele tratar muchos temas sociales. ¿Nunca le tiembla la voz?-La verdad es que sí. Nunca puedes mantenerte al margen de un tema, ni intelectualmente ni moralmente. La última vez que me ha ocurrido ha sido con el caso de una madre que iba a ir a la cárcel por no dejarle la hija a su padre. Transmitir el sufrimiento de la gente es muy duro.-Es difícil creer que, después de más de 20 años en el periodismo, la pasión por la profesión no sea sólo un vago recuerdo…-No. Me siento como una adolescente en la profesión porque estoy pasando una época de mucho apasionamiento. Soy la productora de mi propio programa, contrato a la gente y lo hago todo. La posibilidad de hablar de lo que quiero, sin que nadie me condicione, es muy emocionante.-Pero con los años se encallece uno, ¿no?-Eso ocurre con los temas de política, pero no en asuntos sociales. La emoción es una parte fundamental de este trabajo. Yo, por ejemplo, todavía tiemblo cuando voy a recibir a algunos invitados.-¿Quién ha sido la última persona que le ha causado esta sensación?-Un colaborador del programa, José Luis Sampedro, que tiene casi 91 años y el espíritu más joven que conozco. Le espero con ansia y nervios, de verdad. Aprendo mucho de mis compañeros y de los colaboradores, aunque tengo cinco o seis con los que no coincido para nada.-¿El periodismo de hoy es menos combativo que cuando usted empezaba?-¿Falta compromiso?-Sí. Creo que hay demasiado compromiso con los partidos políticos y muy poco compromiso ideológico, en el mejor sentido de la palabra. Los periodistas de ahora somos mucho más pastueños. Ya no se hacen esas entrevistas agresivas, como las de antes, en las que repreguntabas una y otra vez y en las que el propio entrevistado se metía contigo y te interrogaba. Eso ya no se ve en la televisión, salvo en la "basura", en los temas del corazón, donde no se hace más que gritar.–¿No le tienta volver a la tele?-Soy consciente de la libertad que tengo ahora. Esto no lo iba a tener en televisión.-Se habla mucho de la "telebasura", pero ¿existe la "radiobasura"?-No. Lo que hay es mala y buena radio. La "basura" requiere un elemento esencial: el dinero. Por dinero hay personajes que están dispuestos a todo. El comercio de la televisión, con el consentimiento de los programadores y los directivos, que son los menos inocentes en esta historia, ha generado monigotes. En la radio no se da este fenómeno porque no se ha pagado nunca.-Además, en la radio la guerra de audiencias no es tan cruenta como en la televisión.-Sí, afortunadamente, no hay una lucha tan descarnada. Puedes quedarte sin programa si va muy mal, pero tienes tiempo de reaccionar, porque el Estudio General de Medios (EGM) es cada cuatro meses.-¿Con tener un nombre está todo hecho?-Eso no es verdad. Un nombre se construye día a día, salvo que seas Nuria Bermúdez. Los nombres de este tipo se hacen en un día, pero los de los profesionales se construyen a lo largo de muchos años. Incluso cuando veo a la gente con la que no me he llevado demasiado bien pienso que se lo han tenido que currar mucho para estar ahí durante más de 20 años.-¿Había muchos con los que no se llevaba bien?-Me he llevado demasiado bien con casi todo el mundo y eso me preocupa. Pero hay gente con la que no he podido y lo he planteado abiertamente. Siempre me ha gustado tener dos o tres enemigos; si no los tienes, no te enfrentas de verdad a la vida.-¿El fin no justifica los medios?-Para nada. Hay que tener límites.-¿Cuáles son los suyos?-Nunca he ido contra mis principios básicos de conciencia. Hay que saber ganarse una cuota de libertad en esta profesión. Eso sí, no es gratis, cuesta conseguirla. Es duro.-¿Qué le dicen sus hijos cuando la ven tan atareada?-Ja, ja, ja, pues no les debe de parecer tan terrible, porque tengo dos, un niño de trece años y una niña de ocho, y ambos quieren ser periodistas, lo que no me hace mucha gracia, la verdad.

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