La felicidad del otro

La felicidad del otro

La felicidad del otro

Las relaciones íntimas provocan bienestar emocional si hay algo más allá que el encuentro de dos cuerpos. Cuando se siente que uno es alguien querido para el otro, existe una aceptación de ese otro con todas sus características, no hay miedo al deseo y se produce el abandono en sus brazos sin temor ni recelos. En el encuentro erótico, lo íntimo se comparte y las fantasías inconscientes sobre qué somos para la pareja y quién es ella para nosotros se pone en marcha. Cuando el amor y el sexo caminan dentro de una cierta armonía, se logra la satisfacción. El placer sexual también puede propiciar la indiscriminación subjetiva y, por tanto, el miedo al encuentro sexual por lo que implica de pérdida de identidad. En otras ocasiones, las experiencias infantiles traumáticas a las que se permanece atado imposibilitan un encuentro erótico gratificante.Sin manual de instrucciones
Paula esperaba a su marido, que venía de viaje. Mientras, veía en la televisión un programa que hablaba de sexualidad. ¿En serio pensaban que una buena relación sexual se conseguía con un manual de instrucciones sobre dónde y cómo tocar a la pareja? Para ella, esa experiencia consistía en una unión psíquica, emocional y de relación, donde la comunicación era primordial. No temía abandonarse en los brazos de su amante y sentía que él hacía lo mismo. Paula pensaba que ahora podía amarse lo suficiente como para no pedir demasiado al otro, pero sobre todo tampoco tenía miedo a dejarse llevar por él. En cambio, con su primer marido, los encuentros sexuales no eran gratificantes. No podía entregarse, él siempre intentaba dominar la situación. Con su actual pareja, Paula no teme al dominio porque no lo hay, él no necesita demostrar nada. Como ella, se deja llevar.
Cantidad y calidad
El padre de Paula era un hombre violento y ella relacionó el encuentro sexual con un algo agresivo. En una psicoterapia comprendió hasta qué punto las fantasías infantiles sobre las relaciones sexuales de sus padres habían influido en ella. Los frecuentes encuentros sexuales que mantenía con su primer marido eran una pantalla para tapar la inseguridad de él y la frigidez de ella. Identificada con su madre y sintiendo rechazo por su padre, no era capaz de ocupar un lugar distinto al de su progenitora e intentaba convencerse de que sí, porque confundía la cantidad con la calidad.Nuestra subjetividad está construida por identificaciones con aquellos que nos rodearon en la infancia. Si en las relaciones familiares han estado presentes la rivalidad y los celos, mayor resentimiento se mantiene hacia los padres y quedamos ligados a ellos en una pelea que se traslada a la relación de pareja. Por otro lado, nuestro desarrollo psicosexual nos lleva a identificarnos con rasgos maternos y paternos. Cuando este sistema fracasa, el vacío y el miedo invaden el psiquismo en el encuentro íntimo. Se
teme perder la identidad.

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