Tabarca, el mar es historia y futuro

Tabarca, el mar es historia y futuro

Tabarca, el mar es historia y futuro

A tres millas de las costas de Santa Pola y a 11 de las de Alicante -38 grados 10 minutos de latitud Norte y 0 grados 28 minutos Oeste-, emerge del mar la única isla habitada de la Comunidad Valenciana.La isla de Tarbarca se trata de una superficie de 1.800 metros de longitud y no más de 400 en sus diferentes anchuras que su parte central se estrecha dejando a un lado la playa y al otro un pequeño puerto conocido con el apelativo "El puerto viejo".De este modo, sobre no más de 15 metros a nivel del mar, a la derecha -si se mira desde la costa- se erige un recinto fortificado en cuyo interior se estableció el poblamiento a mediados del siglo XVIII; y a la izquierda, lo que los tarbarquinos llaman "el Campo", tierras baldías pobladas de espino mediterráneo y matorral esclerófilo que terminan en pequeños acantilados y calas de cantos rodados frente a otros islotes –la Cantera, la Galera, la Nao- y escollos -Negre, Roig, Cap del Moro, Sabata, Naveta…-.No obstante, aún cuando el pueblo merece una visita sosegada, reconocida en 1964 con la categoría de Conjunto Histórico Artístico, lo que verdaderamente hace única a la isla es su declaración como Reserva Marítima en 1986. Esto ha propiciado durante los últimos 20 años que buceadores de todo el mundo se acerquen a sus aguas para contemplar numerosos bancos de peces, estrellas de mar y algas que ejemplican como ningún otro sitio la variedad de fauna y flora del Mediterráneo Occidental.Así, si tenemos en cuenta que en el término municipal -perteneciente a Alicante en la categoría de partida rural- sólo están censadas alrededor de 40 personas, no es de extrañar que desde primavera hasta verano la isla albergue la visita de cerca de 3.000 personas de forma diaria (400.000 al año).Un día en Tabarca comienza media hora antes en el Puerto de Alicante, y menos como es normal, si la pequeña travesía marítima se hace desde Santa Pola. Subidos en el barco y si el día lo permite, nada más salir del puerto de Alicante se puede avistar la silueta alargada de Tabarca. A la derecha de la nave, van quedando las playas de Urbanova, Los Arenales del Sol y finalmente el cabo de Santa Pola, en cuyo vértice se encuentra un singular faro. A esas alturas, la isla deja de ser un espejismo para convertirse en una realidad, sino majestuosa, plácida.Una vez hemos desembarcado, las empresas turísticas locales han colocado estratégicamente a sus empleados con ofertas gastronómicas y a fotógrafos que inmortalizan nuestra llegada. Luego, tal vez en las tiendas del núcleo urbano podamos ver inmortalizada nuestra imagen en las dársenas del Puerto Viejo.Cuando dejamos éste, podemos elegir una visita al pueblo o las playas. Si nos decidimos por el primero, la localidad de San Pedro y San Pablo, ante nuestros ojos se levanta una pequeña muralla que Carlos III mandó construir en 1769 con sillares arrancados de la cantera de la isla para defenderla de los ataques de los piratas berberiscos. Accedemos al interior a través de la Puerta de San Rafael o del Levante, y en ella nos encontramos una placa conmemorativa del hermanamiento entre las islas de San Pietro y la Nueva Tabarca. Tras el expedito camino que deja la entrada de estilo dórico con pilastras, comienzan las calles urbanizadas geométricamente del pueblo.A la izquierda y a la derecha se sitúan respectivamente sus dos edificios más característicos, la Casa del Gobernador y la Iglesia de San Pedro y San Pablo. La primera fue prevista para constituir el administrativo y Ayuntamiento de la población aunque con el paso del tiempo fue ocupada por el destacamento militar, y actualmente, complemente remodelado aún cuando a la vista deja entrever los detalles del edifico original, ejerce las funciones de hotel. La segunda, es un gran edifico barroco, el más alto de la isla, de una única nave sin crucero, con altar mayor y 8 laterales. En la actualidad no se puede visitar porque está en proceso de remodelación.En los extremos restantes de esta parte de la isla se hallan sendas puertas, la de Alicante o San Miguel al Norte del recinto, con bóvedas de cantería tosca; y al Oeste la Trancada o de San Gabriel, que separa el recinto amurallado de la Cantera. En su parte exterior, un escudo con las armas releas reza "Carolus III Hispanarum Rex, Fecit, Edificavit".Una vez fuera de las murallas, saliendo por la puerta de Levante, podemos ver como tras el Puerto viejo la orografía se levanta en una cuesta que va a dar al campo. Subimos por uno de los múltiples caminos que llevan a esta parte de la isla y en lo alto, se levanta en la parte central una torre con forma de pirámide truncada. Es San José, un edificio con funciones militares y de vigilancia que tiene 27,5 metros de altura. Tras él, el Faro da cuenta de la actividad marítima del enclave. De estilo academicista y planta cuadrada, proyectado por Juan Laurenti en 1854, hoy acoge en su seno un laboratorio biológico que sirve de base a la Reserva Marítima.Por último, en el extremo de la isla, rodeado de acantilados, unos muros blancos dan cuenta del cementerio de la isla. Desde allí, el vistante puede gastar su tiempo en divisar la extensa colonia de gaviotas que pueblan los islotes cercanos.

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