El amor: el rey de los sentimientos

El amor: el rey de los sentimientos

El rey de los sentimientos ya no es el que era. La libertad le ha dado alas para ser más incierto, diverso y, sobre todo, más exigenteLa pasión, más idealizada que nunca¿Tienes alguna amiga que haya vivido una GRAN historia de amor?". Ése fue el punto de partida de este reportaje… y el origen de una sospecha: que los romances con mayúsculas brillan por su escasez o por el secretismo en el que se cuecen. Sin embargo, según Jean-Claude Kaufmann, autoridad mundial en sociología amorosa, el rey de los sentimientos nunca había estado tan idealizado.Los datos son claros: un 77% de las españolas, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), cree que el amor verdadero "lo puede todo". Si eso no es romanticismo, que venga Eros y lo vea?La paradoja se resuelve en la tensión constante que viven nuestros ideales y la nueva realidad que ha traído la independencia económica, mental y emocional de las mujeres, salpimentada por el narcisismo que dirige nuestros proyectos de vida: aunque el lado izquierdo de nuestro cerebro sabe que el amor no es necesariamente para siempre, el derecho sigue empeñado en que sí lo es. ¿Por qué, si no, el 81% de nuestra población soltera iba a estar buscando una relación estable en vez de soñar con una vida de lujurioso despendole?Las españolas, por otra parte, siguen rindiendo culto a los clichés del amor-pasión alimentados por el cine y la literatura. Y este culto nos permite alumbrar otro rayito de esperanza respecto a la supervivencia del sentimiento rey.Según la investigación "Cinéfilos, videoadictos y teleespectadores" de la Sociedad General de Autores (SGAE), las mujeres prefieren películas sentimentales y lecturas románticas. Incluso cuando el encuestador del CIS les pregunta, el 56% de ellas (frente al 46% de los varones) dice creer que existe alguien predestinado para cada persona.Clichés de ayer, enamorados de hoyPara Walter Riso, autor de ¿Amar o depender?", sucede que "no hemos avanzado mucho en esto del amor; sobre todo, a la hora de aceptar un amor más realista y menos quimérico.Aún creemos que existe un cóncavo-convexo, un alma gemela que encajará con nosotros. Éste y otros mitos (sólo se puede amar a una persona a la vez, el amor es eterno…) han distorsionado la experiencia vital de amar".Resultado: cuando ese amor idealizado y la cruda realidad se ven las caras, hay quien se siente estafado y tira la toalla. En el otro extremo están los enamorados prácticos, convencidos de que el amor es para quien se lo trabaja y de que hay que luchar para que dure toda la vida.Pero en una época dominada por la búsqueda del goce instantáneo y la seguridad, estos amantes son una especie en peligro de extinción. De entrada, no queremos un amor que entrañe riesgo, sino estabilidad; tampoco queremos vivir en la locura, sino en el control; y no buscamos compartir un lugar en el infierno de los amantes, sino hipotecas y tareas domésticas. Lejos de fundirnos con el otro, mantenemos cierta distancia de seguridad respecto a él, "por lo que pueda pasar".La mujer, que fue la guardiana del amor cuando estaba circunscrita al hogar, convive hoy con los varones en una sociedad hedonista. El terapeuta Walter Riso advierte que esta filosofía del placer nos ha llevado a vivir la experiencia amorosa como algo descafeinado: "Tratamos de salvarnos de su lado doloroso. Jugamos a la indiferencia, a la soledad, a la autonomía…El gran amor es hoy más racional, o al menos eso intentamos, porque seguimos sin poder evitar el enamoramiento y las alteraciones que nos produce". La directora de investigación de la francesa Organización Nacional para la Investigación Científica (CNRS), Janine Mossuz-Lavau, lo ve menos negro: "Durante mucho tiempo, el goce femenino fue considerado insignificante. Pero hoy, muchos hombres afirman que para que ellos sientan placer, sus parejas deben sentirlo también. Soy optimista sobre el futuro del amor, porque veo que hombres y mujeres se comunican y se muestran mayor respeto". Que Cupido la oiga.Sin dependencia, con autonomíaSegún el terapeuta Walter Riso, muchas mujeres que van a su consulta le dicen: "Ayúdeme a desenamorarme". Él les contesta: "No puedo hacer eso. Puedo ayudarla a que rompa, como un adicto a una droga, necesitándola aún".Riso defiende la necesidad de liberar el amor de la dependencia que lo ha adulterado durante siglos: "Desapego no es indiferencia, sino aceptación de la autonomía. Amar no es sufrir el síndrome del siamés, sino mezclar respeto y autorrespeto, independencia y pasión. El apego es una enfermedad que lleva a no ser capaz de renunciar a una relación cuando debe hacerse".

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