El cañón del río Lobos

El cañón del río Lobos

Se cuenta que era tradición entre los celtíberos que cuando un valiente moría en combate su cuerpo era abandonado desnudo sobre grandes piedras para que los buitres, descendiendo de los cielos, se nutrieran de él. Así los guerreros se fundían con estas aves sagradas, ascendiendo a su más alto destino.Custodios y guardianes del río Lobos, hoy en día encontramos más de un centenar de parejas de estas carroñeras, los buitres leonados, conocidos por estas tierras como abantos. Su presencia, entre otros motivos, ha promovido la declaración de este cañón, de 24 kilómetros, como Parque Natural desde el año 1985, así como Zona de Especial Protección para las Aves por su riqueza ornitológica.Nuestro paseo empieza cerca de los restos del puente de los Siete Ojos, del siglo XVIII, que salva las aguas del río Lobos. Sus aguas, en período de estiaje, desaparecen bajo la tierra, sumergiéndose en el cauce del río y aflorando posteriormente en el manantial de la Galiana, que da nacimiento al río Ucero.Bosque adusto y frugalLa vereda avanza paralela al cauce del río y a menudo lo cruza, serpenteando entre los límites calcáreos de los cantiles rocosos. Paseamos por un bosque adusto y frugal de pinos y sabinas. Los pinos son de dos especies: el silvestre, de corteza asalmonada, y el negral o pudio, como aquí se le llama, de corteza grisácea. Este último tuvo como utilidad su resinado para la obtención de la miera que sangraba de su corteza. La sabina es una especie de ciprés, reliquia viviente de los antiguos bosques del terciario, capaz de colonizar las parameras más inhóspitas de la meseta castellana, donde en invierno las heladas son ley, noche tras noche. Tiene la particularidad de ser dioica, es decir, que presenta árboles machos y árboles hembras. Es muy tóxico, por la presencia de esencias como las tuyonas y el sabinol, que la hacen fuertemente abortiva.Al adentrarnos en el cañón aparecen las primeras aguas estancadas, que dan cobijo a los nenúfares, a los juncos y a las espadañas. Los nenúfares, de flores amarillas, sirven de descansadero a una nutrida y sonora población de ranas comunes (Rana perezi) que sirven de comida de las culebras de collar, a su vez, ley de vida, alimento del águila culebrera, cuyo vuelo se avista en el cielo en las horas más calientes del día.Dejamos a unos seis kilómetros del principio, a nuestra derecha, la fuente del Rincón, y poco después, a la izquierda, el barranco de Valderrueda. Rebaños de ovejas pastan plantas aromáticas como la mejorana, el tomillo o la ajedrea, que dan un sabroso gusto a sus carnes.Al fin alcanzamos la ermita templaria de San Bartolomé. Está ubicada en un rincón mágico, habitado desde la época del bronce (2000-850 a.c.), frente a la Cueva Grande, donde hay pinturas rupestres, y el llamado Balconcillo.La ermita es de gran belleza y fue construida por los templarios siguiendo claves esotéricas. Símbolos iniciáticos decoran los canecillos y los óculos o ventanas configuran mandalas (figuras circulares o cuadradas utilizadas para la meditación monacal).El ulular del búho real, al atardecer, guía nuestros pasos de vuelta al punto de origen.Cómo llegar: Desde Burgos a Soria por la N-234. En San Leonardo de Yagüe tomamos la SO-960 que lleva a Santa María de las Hoyas y Aranda de Duero. Nos detenemos en el puente de los 7 ojos, a unos 5 km. de San Leonardo.Monumentos: Iglesia románica de Arganza. Castillo abaluartado de San Leonardo de Yagüe. Castillo de Ucero.Recorrido: Unos 18 km. ida y vuelta.Dónde comer: Restaurante El Chispo. San Leonardo de Yagüe. Tfno. 975376331.Información: Centro de visitantes del Parque Natural. Ucero. Tfno. 975363564.

lobosrio