Entre Sevilla y Huelva?

Entre Sevilla y Huelva?

Que sí, que hace mucho calor, de acuerdo, pero busquen un sombrero de paja y un abanico, beban menos cerveza y más agua, y dejen de quejarse, que no vamos a esperar encerrados que llegue el otoño, oño, lo que vamos a hacer es desafiar al calor, coger un libro para el tren y plantarnos en el corazón de Sevilla. Fresquitos, leídos y sin necesidad de buscar aparcamiento gracias al tren. Vale, cuando abandonemos la estación de Santa Justa el calor nos estará esperando, pero quedamos en que no nos quejaríamos, además: nos esperan otras muchas cosas, como Sevilla, para darnos un baño de historia, de belleza y de tapas, y Sanlúcar, para contar las rayas de los langostinos y pedirnos una copa de manzanilla, y el río, para creernos que somos marineros de los de antes.Un viaje diferente y cargado de historia, otra propuesta de fin de semana recorriendo esta parte del mundo que tenemos la suerte de que nos haya tocado cerca. Lo ideal sería dormir en Sevilla, tomar el barco a Sanlúcar pronto y volver por la tarde.Darse un paseo por el centro de Sevilla es un lujo que conviene repetir cada cierto tiempo. Busquemos la referencia de la Giralda y rodeemos la catedral, seguro que no la imaginábamos tan grande. Y entremos, no seamos tímidos, y subamos a La Giralda y contemplemos desde arriba el centro enorme de Sevilla, el río, la Torre del Oro, Triana. Después bajemos y olvidemos las referencias, perdámonos entre callejones, seguro que nos topamos con alguna placa del tipo aquí vivió Luis Cernuda, otro bar de tapas donde repostar cerveza helada, una plaza, una iglesia, el rumbo que volveremos a perder en seguida y de nuevo otra taberna y otra plaza y otra iglesia. Sevilla ha jugado siempre un papel importante en la historia y de cada capítulo ha guardado un pedazo, pero si la visita es la primera limitémonos a callejear un rato, ver desde fuera la catedral y los reales alcázares (están al lado) y cruzar el río (recomendamos el uso del puente) para tomarnos algo en la calle Betis, la otra orilla. Desde allí debemos controlar la Torre del Oro, que no se la lleven, pues junto a ella se encuentra nuestro embarcadero, un sitio inmejorable ya que la función de esta torre era albergar la aduana para los barcos que partían y arribaban de las Américas, esas tierras avistadas por un marinero de esa orilla de enfrente donde estamos tomándonos algo, Rodrigo de Triana, el gaviero, aunque Colón en sus diarios dice que la noche antes de que éste gritara eso de tierra a la vista ya le pareció a él ver el resplandor de una fogata, por lo que intuyó la tierra, el listillo, que está enterrado en la catedral de Sevilla, aunque algunos afirman que no, o que sólo es una parte de su maltrecho cuerpo (el tiempo no pasa en balde), en fin, sólo una excusa más para entrar a la catedral.Si pensamos viajar por el río lo mejor es hacerlo hacia su desembocadura, pues hacia Cazorla no es navegable, lo que complica bastante las cosas. Nos gustará que alguien nos recuerde algunos de los muchísimos viajes que se iniciaron ahí mismo, como el de las cinco naves que partieron a dar la primera vuelta al mundo, al mando de Magallanes, muerto en Filipinas en combate con indígenas, así que el viaje se terminó en Sevilla tres años después al mando de Juan Sebastián Elcano, que partió como contramaestre de la Concepción, una de las naves, La única que regresó. La primera escala de Magallanes (es una empresa tan basta que podría llamarse la Mogollones) fue de un mes en Sanlúcar, justo adonde vamos nosotros. Hasta que empiecen las lluvias funciona un barco que sale cada sábado a Sanlúcar, un viaje de cinco horas emulando a los grandes navegantes. El barco sale a las 8.30 de Sevilla (bien, eso nos medio obliga a pasar noche allí) y llega a las 13.30 a Bajo de Guía, en Sanlúcar, allí dejan tiempo para comer como casi sólo se come en Sanlúcar, para un bañito y para volver en autocar a Sevilla (una hora y pico), pues otras cinco horas de vuelta sería demasiado, por eso pillaban el escorbuto esos grandes navegantes, uf, tanto navegar.

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