Petra, un paseo por el desierto

Petra, un paseo por el desierto

Beduinos con dromedarios, burros o pequeñas calesas animan al turista a que se deje llevar en su montura, pero el recorrido es mejor hacerlo a pie. Al principio de la visita, poco después del control de entrada, se alzan tres grandes bloques cuadrados de piedra -los djín- que los beduinos creen que representan a espíritus protectores del lugar. Luego viene un estrecho desfiladero -el siq-: casi un kilómetro de paredes verticales que pueden alcanzar los 50 metros de altura y cuyas rocas van cambiando durante el recorrido de forma y color. El Siq era el cauce por el que corría el río Wadi Musa en época de lluvias. Los nabateos lo desviaron para construir un canal a lo largo del desfiladero que recogía el agua que caía de las montañas, convirtiendo así a Petra en escala necesaria para las caravanas que cruzaban el desierto.Al final del camino del Siq se alza frente a nosotros, enorme y rosa, el más bello de todos los edificios: la tumba conocida como «El Tesoro del Faraón». Su nombre se debe a que los beduinos creían que allí, en la inaccesible y enorme urna de la fachada, se guardaban los tesoros del difunto. Hubo quienes dispararon contra la tumba a ver si abrían brecha y se dejaba caer el supuesto tesoro. Nunca ocurrió. De las maravillas de Petra, «el Tesoro» es de las más impresionantes. Está tallado en la cara este, al abrigo del viento y las aguas, de ahí su buen estado de conservación. «El tesoro» es, en realidad, el mausoleo de un importante rey nabateo -Aretas IV- que reinó allá por el siglo I.Al amanecer se levantan los beduinos que dormían arropados en mantas junto a los monumentos. Ensillan y enjaezan sus animales para prepararlos para los visitantes. En las primeras horas todo es silencio, pero enseguida estalla el bullicio en el que los niños se nos acercan hablando en todos los idiomas, aunque siempre bajo la vigilante mirada de la espectacular policía del desierto envuelta en sus vistosos trajes.Hay en Petra más de mil tumbas. Entre las más importantes están las Tumbas Reales, a la derecha del camino, al oeste, por donde se oculta el sol. La primera es la Tumba Palacio, donde fueron enterrados cuatro reyes; muy particular es la Tumba Corintia, llamada así por los capiteles de su fachada; también tenemos la de la Seda, por los veteados de colores de su fachada; y la de la Urna, por la gran vasija de su entrada, tan inmensa que los bizantinos la hicieron catedral.Oculta durante siglos
Estamos en la capital del antiguo reino de los nabateos, quienes ocuparon el lugar en el 312 a.C. y levantaron, tallados en roca, la mayor parte de los edificios. Los romanos acabaron con su independencia en el año 63 y la engrandecieron. En el 363 un terremoto casi la destruyó y luego fue olvidada. Durante siglos solo vivieron en ella tribus beduinas. Fue descubierta para el mundo occidental en 1812, aunque ya se sabía que existía, pero nadie había conseguido llegar. Su nombre, Petra, significa piedra en griego y de piedra es toda ella aunque el viento haya ido desgastando la mayor parte. Lo mejor es llegar al amanecer, e ir viendo como el sol la va iluminando poco a poco. Por el camino aparece algún que otro beduino mientras a ambos lados se alzan grandes templos, tumbas, baños, salas funerarias, pinturas… y en las laderas pasadizos y entradas a cuevas que sirvieron como vivienda durante siglos. Fachadas de areniscas desgastadas por el tiempo a las que el sol saca diversos colores: rosas, amarillos, rojos… que hacen comprender por qué los beduinos la denominan raqmu (multicolor). Petra por la mañana es rosa y al atardecer roja. A mitad del camino se encuentra un teatro del siglo I, con capacidad para 7.000 personas, tallado en la propia montaña.Siempre hay algún chico que se ofrece a llevar y guiar. Por todas partes pequeños tenderetes donde venden recuerdos de la ciudad, mientras beduinos mayores enseñan envueltos en pequeños pañuelos monedas o anillos nabateos o romanos encontrados por ellos en las tumbas y que es posible que sean auténticos, ya que hay tener en cuenta que la mayor parte de la ciudad sigue aún sin excavar. Aquí dicen que Agatha Christie encontró su vocación literaria, Spielberg rodó «Indiana Jones y la última cruzada» y se filmó parte de Lawrence de Arabia.En lo alto, en un lugar casi inaccesible, se encuentran los restos de una aldea que fue el primer núcleo urbano de Petra. En ella habitaron los edomitas. Edom era el Esaú del que dice la Biblia era pelirrojo y sus descendientes, los edomitas, vivían en una ciudad rodeada de montañas de piedra rojiza: Petra. La leyenda se hace historia. Al final del recorrido, en lo alto y tras una penosa subida de unos 900 escalones, se encuentra el otro gran monumento, Ad-Dayr, más conocido como «El Monasterio». Se tarda casi una hora y al final espera una gran explanada con la colosal fachada de 40 metros de alto por 50 de ancho. Es parecida a la del Tesoro pero no está incrustada en la roca. Es posible que se acerque algún niño vendiendo piedras de colores arrancadas de las paredes.Un poco más allá el Altar del Sacrificio, el lugar más alto de Petra, con espectaculares vistas del desierto. A la vuelta de nuevo beduinos con burros o dromedarios se ofrecen para llevar al turista y el precio, según se camina, cada vez es menor. Al final se puede hacer por dos euros.

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