Matina Klein, modelo

Matina Klein, modelo

En persona, Martina es una mujer discreta, sencilla, accesible y de aguda inteligencia. Esconde sus deseadas formas de top model bajo una ropa sencilla que la confunde entre las chicas de la calle. Cuida mucho su imagen fuera y dentro de la pasarela y de los platós, pero cuando se pone delante de una cámara, se transforma en un animal mediático que saca a la luz la seducción de una princesa, la gracia de una jovencita enamorada y la voluptuosidad de una bailarina oriental.Dice que es una mujer de retos, a los que se enfrenta con miedo y con ganas de superación. ¿El último? El salto a la televisión con el programa Celebrities, de La Sexta.Observar cómo posa es un gran placer. Pasen y vean.¿Sigue teniendo aún gusanos en el estómago al presentar, como aseguró el día del estreno de Celebrities?¡Y que no se me quiten! El día que eso suceda es que el asunto no va bien. Los gusanos, ahora, significan otra cosa; cada programa es un paso, pero todo sigue siendo un reto.¿Aunque no tenga audiencia?En la primera reunión que tuve con la productora me dijeron que no íbamos a ir a por la audiencia, y eso me relajó mucho, sobre todo, cuando en los primeros programas no nos vió mucha gente.¿Por qué una modelo tan prestigiosa como usted decide dar el salto a la pequeña pantalla?Porque tengo 31 años y, llegado un punto, había que dar aire fresco a mi carrera de modelo. En lo personal, siempre me hacen falta nuevos proyectos.¿Es una mujer de grandes retos?Sí. Todo el tiempo. Cuando no los tengo, mi cuerpo me los pide.¿Cuál es el mayor al que se ha enfrentado últimamente?La maternidad, que es una gran decisión. Y también llevar una casa, tener a mi familia en Barcelona y vivir en Madrid…, pero también me gusta superarlos.Lleva en España desde los 12 años. ¿Por qué decide su familia venir a nuestro país?En Argentina las cosas nunca terminan de ir bien. Mi padre es arquitecto y buscaba un nuevo reto para su vida. Amigos españoles nos dijeron que aquí se estaban haciendo muchas construcciones. Él se vino primero, en 1989, y se quedó en la Villa Olímpica de Barcelona, que se estaba preparando para los Juegos Olímpicos.¿Y cuándo se cruzó la moda en el camino de la joven Martina?La vida de los inmigrantes no es fácil, y yo no quería molestar a mis padres con mis caprichos. La hija de unos amigos míos hacía catálogos, así que hice lo mismo.¿Siempre destacó por su físico?Mi físico siempre me acomplejó, aunque me servía para muchas cosas. De pequeña, los momentos más felices de mi vida los recuerdo bailando jazz y, como era muy alta, podía estar con las mayores y con las pequeñas y bailar en los tres grupos del club.Es una mujer intrépida, ¿y también miedosa?Soy más intrépida que miedosa, y debería descartar ese miedo improductivo. Si me lanzo, me lanzó, pero digo: ¡Ay, ay, ay…! Debería vivir esa caída con alegría.

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