La belleza de Cuba

La belleza de Cuba

La belleza de Cuba

La visita de Cuba no deja indiferente a nadie y esto ya es un gran valor. La mayoría de la gente vuelve de la isla entusiasmada por la vitalidad que desprende cada mirada, cada zaguán y cada arbusto florido. También hay quienes se traen una opinión bajo el brazo acerca de la imperiosa necesidad de cambios en un horizonte próximo.El viaje a Cuba sigue produciendo, pese a la masificación del turismo y la asepsia exclusivamente playera de muchos programas de viajes, un impacto personal fuerte y contradictorio. Es casi imposible no sentirse atrapado por el calor humano y el color de La Habana.Empecemos por la Habana Vieja. A pesar de su cuadrícula ordenada, propia de la ciudad colonial que fue, la Habana Vieja es un laberinto de olores a yuca y plátano fritos. La ropa tendida ondea al sol frente a los palacios y conventos restaurados a un ritmo lento pero seguro.Cuando recorres este barrio, declarado hace tiempo Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, te sientes observado. Los cubanos invierten su tiempo en buscarse la subsistencia, la comida, el carbón… Y la charla con los turistas puede ser convertirse en una buena fuente de ingresos. No hay inconveniente en invitarles a un cafetito o una agüita en su casa, habitualmente compartida con muchos familiares y también con algunos conocidos.Desde el castillo del Morro puede verse la catedral barroca y, más allá, la hilera de arcos, columnas y soportales rosas, verdes, azules celeste, amarillos limón; los colores de los helados y los chuches, que conforman los kilómetros del Malecón, el paseo más famoso de La Habana.Pero Cuba no es sólo La Habana, aunque sea todo un mundo. Están también sus playas, empezando por las más cercanas a la capital, las playas del Este, siguiendo por la zona de Varadero y terminando en los cayos, esas islas de arena dorada y verde que la han hecho tan famosa y visitada.Y sus ciudades, como la artística y tradicional Trinidad, una especie de Sevilla caribeña sembrada de rejas, patios y mansiones; o Santiago, cuna de revolucionarios ya muy mayores y de sones sabrosones y eternamente jóvenes, que se escuchan en cada esquina, con sus calles empinadas y estrechas, encajonadas entre el mar y las montañas de Sierra Maestra.Frente a muchas construcciones nuevas, perviven hoteles de los años 50 y 60, que guardan todo el sabor de la época. Desde aquí recomendamos el ya tradicional Meliá Cohíba, situado en pleno centro de La Habana y cercano al Malecón. Casi todas sus habitaciones ofrecen vistas al mar.

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