Lanzarote, naturaleza virgen

Lanzarote, naturaleza virgen

Lanzarote, naturaleza virgen

Cuando el boom turístico de los cincuenta inundó de alemanes las playas del sur de Gran Canaria y Tenerife, Lanzarote permaneció indiferente, viviendo en otro tiempo. El aura de exclusividad de que goza en la actualidad se lo debe sobre todo a un hombre, a César Manrique, un artista visionario que supo parar a tiempo el crecimiento brutal e indiscriminado que acompaña invariablemente al turismo de masas. Manrique paró, templó y mandó. Se esforzó en mimar la rara naturaleza de la isla, la extraordinaria belleza mineral que atesora, respetó su idiosincrasia, su forma de vida, los colores y las edificaciones autóctonas. Casi sin proponérselo fue creando un paraíso donde la tranquilidad, la limpieza, el orden y la belleza rodean al visitante dondequiera que éste se encuentre.Y es que la magia de Lanzarote reside en lo invisible, en sus rincones escondidos que sorprenden con explosiones de belleza inimaginable, como los Jameos del Agua, una cueva volcánica de asombrosa belleza, invadida por el mar y la vegetación y, finalmente, retocada por la mano de César Manrique, que siempre supo jugar magistralmente con la naturaleza. O el Parque Nacional de Timanfaya, un espectáculo que nos remite a los orígenes de la tierra. En un sobrecogedor paisaje lunar se erigen cientos de conos volcánicos como cañones apuntando al cielo. Alrededor, la nada. Un mundo pétreo, caótico, mineral, que bien pudiera ser la metáfora que resume los millones de años que precedieron a la vida. Esta visión es, para muchos visitantes, una experiencia emocional tan difícil de describir como de olvidar.Lanzarote, un enclave privilegiado en medio del Atlántico, se ha convertido en los últimos años, con su aura de exclusividad -tan asociada a la libertad-, en una auténtica meca para las personas de espíritu joven e independiente. En el marco de ese espíritu diferente, en esa isla mágica, luminosa y bendecida por un clima sin par y las aguas más cristalinas de Europa, se puede gozar de unas «vacaciones inteligentes», que apuntan decididamente hacia el ocio del siglo XXI.¿Qué tienen que ver las vacaciones con la inteligencia? La revista Time llevó a cabo hace algún tiempo una amplia encuesta para conocer los gustos de los europeos del siglo XXI en ocio, viajes y placer. Al parecer, los viejos esquemas de tumbarse todo el día al sol han pasado a la historia, y una mayoría de los encuestados dijo decantarse por actividades estimulantes para el cuerpo, la mente y el espíritu.Y Lanzarote, con su genuina arquitectura, sus volcanes y sus paisajes que parecen extraídos de una galería de arte es un lugar ideal para diseñar un modelo de vacaciones que combine los placeres del ocio con el enriquecimiento de nuestro mundo interior, la diversión con el aprendizaje. Recorrer el parque natural del Timanfaya en camello puede ser muy divertido, pero la apuesta es ir más allá. ¿Por qué no probar a practicar yoga frente a un volcán o a aprender a meditar ante los limpísimos pueblos de la isla? Aquí es donde descubrimos que el turismo no está reñido con el cultivo de nuestro cosmos interior. Todo lo contrario.Silencio y la tranquilidad son el marco ideal para practicar esta modalidad de vacaciones que les propongo. Lo que tampoco está en contradicción con la estancia en uno de los hoteles de alto lujo de la isla. Les proponemos el Gran Meliá Volcán de Lanzarote, un auténtico «pueblo canario» de lujo, luminoso y recoleto, situado muy cerca de las playas de Papagayo. En la recepción, una réplica exacta de la iglesia de Teguise, se imponen los cirios y el gregoriano, mientras bajo la cúpula del espectacular cono volcánico que caracteriza su arquitectura, el agua se precipita en cascada sobre rocas de lava entre una vegetación lujuriante. Un entorno inteligente.

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