¿Autoestima o amor propio? Juntos pero no revueltos. El poder único del amor propio siempre será preponderante más allá de la validación y el valor de la autoestima. Si bien son un conjunto de características que convergen en algún punto, pero pueden tener cada uno su derrotero.
El autoestima nos ayuda e inspira en el día a día, para bien o para mal nos acompaña para completar nuestras capacidades y valores, incluso lo hace de forma fortuita, es decir, sin pensarlo. La autoestima es ese autoconcepto para darnos valor y aceptación.
Sin embargo, cuando hablamos de amor propio, pues la misma palabra AMOR, quizá es la más grande acepción humana. Válida o no, distinta para cada uno pero el amor ergo el amor propio debe debiera, ser el valor más preciado de cada uno como seres humanos individuales y únicos.
La autonomía del amor propio
Justo el amor propio siempre llevará esos matices de ser un ser supremo autónomo.
Pero como todo ente que tiene vida, justo por ser “amor propio”, requiere de su dosis diaria de autoconocimiento, auto aceptación, validación, introspección, pero sobre todo de la conciencia de que es un sentimiento que debe sostenerse de manera individual, pero ir acompañado del trabajo diario.
La autonomía del amor propio deberá ir acompañada de herramientas, incluso mecanismos que nos hagan que perdure, que se prolongue su vida útil, ¿cómo? Gestionando nuestras emociones con lucidez, con claridad y sin expectativas imposibles o a largo plazo. Nada más frustrante que no poder sostener expectativas.
Nos exigimos demasiado, somos una generación —en su mayoría—que acompaña mucho la opinión de los demás de nuestras propias percepciones sin priorizar nuestro valor, nuestra validez y entonces nuestras emociones las sujetamos con “pinzas” y el amor propio a veces carece de todo comenzando del propio amor, de la empatía y paciencia hacia nosotros mismos.
Autorreconocimiento
Reconocerme como una persona vulnerable —casi—siempre es el primer paso. ¿Por qué habré de ser solo una persona maravillosa, exitosa, feliz? Cuando la mayor parte del tiempo nos la pasamos lidiando con nuestras emociones, decisiones, aseveraciones y sobre todo con nuestros propios juicios.
Un buen síntoma de que estás, porque esto es individual, trabajando correctamente —aunque nadie calificará si lo haces bien o “mal”— tu amor propio es:
- Respeto. Nadie va a validar, respetar y abrazarte más como lo haces tú.
- Humildad. Esa virtud que profesamos muchos pero a la que nos apegamos muy pocos. Tu grandeza no está a juicio ni cuestionamiento de nadie más, sin embargo conserva tu humildad.
- Generosidad. Sí, hacia mi mismo, hacia mis días donde todo luce en completa oscuridad por la incertidumbre, pero después habrá de convivir con ese amor propio que nos genera propulsión para salir del letargo con generosidad.
- Empatía. ¿Me reconozco vulnerable? Sí, pues justo eso me hace único, quebrantable, pero con la empatía a mi ser de tener la capacidad para trascender en mi amor propio.
¿Autoestima o amor propio?
Pasamos de esa contemplación y motivación que nos impulsa como si fuéramos un cohete que quiere llegar a la luna llenos de una buena autoestima pero invalidamos y minimizamos nuestro amor propio. ¿Por?
Es inconcebible que un día sintamos que somos el mejor hombre, mujer, persona de la faz de la tierra y en las próximas dos horas sentirnos basura, miserables, insuficientes. Pero así sucede, y, ¿sabes qué? Está bien.
En una sociedad, cada vez más, carente de valores a largo plazo porque el cortoplacismo y la inmediatez nos ha ganado —y rebasado—es urgente que prioricemos el autocuidado, el autoconocimiento, reconstruirnos, aprender y reaprender como si fuésemos esa niña o ese niño pequeño que apenas está descubriendo el mundo.
¿Qué mundo? El mío. Yo misma. Yo mismo. Mi amor propio.
El autoestima y el amor propio pueden acompañarse pero si solo dependiéramos de una cosa para vivir con mayor plenitud y menos confrontación hacia nosotres mismos, definitivamente tendríamos que elegir el amor propio.
Nada como amarme a mi mismo. Nada es más puro, tangible y redituable que el amor propio.
No ese amor propio que me exime de mis responsabilidades en la que más de 8,000 millones de seres humanos convivimos, no. Ese amor propio que procura, procuro primero hacia mí, hacia mi mismo para luego distribuir y contribuir con los demás.
Nada nos humaniza más que amarnos a nosotros mismos para luego poder amar sin medida, sin miramientos y, sobre todo, sin limitaciones a las, los, les demás.
Atiende tu amor propio con lo que te hace feliz: canta en la ducha, regálate flores, cómete ese dulce o ese trozo de pan que tanto te gustaba cuando eras niña, disfruta del campo, de los árboles, de las carcajadas de los demás. Visita a tus abuelos, nada repara más que el amor y abrazo de tu abuela o abuela.
Que no se quede en tu lista de pendientes tu amor propio. El tiempo es otro ente que requiere decisiones y, además, es implacable.
En esas ando. No hay una ruta segura ni fija, pero trabajo en el camino y los pasos que me lleven a mi mejor versión.
Para María Emilia, mi consejera, mejor amiga y compañera en este viaje llamado vida. Feliz cumple, china de mi amor. Que la dicha sea la bendición más grande en cada uno de tus días y conquistes el mundo como conquistas hombres y mujeres sólo con tu sonrisa, sabiduría, imprudencias y cadencia. ¡Te amo! Felices 27, chi-chi. Sígueme leyendo cuentos todas las noches.