Sin título

Sin título. Le debía a mi madre mi sentir pero con palabras, mi mejor forma de expresarme. De pronto la timidez y lo introvertido no me vuelven esa persona tan lúcida que me gustaría ser. Ahora intento más, hablo más, gestiono —poco a poco—mejor mis emociones. Un día a la vez.

Pero mis textos son el Ál más Álvaro. El menos niño, quizá el que tiene menos miedos. Quizá.

Sin título

Recuerdo con mucho dolor la segunda ocasión que tuve pensamientos suicidas. Pero al mismo tiempo recuerdo tan poco el porqué, el cómo, el momento, el lugar. Quizá en mi memoria lo que habita más es el dolor de mi madre, de verla ahí, así, de rodillas en el piso suplicándome.

El dolor de la gente que amo siempre lidera mis emociones, no siempre con el mejor derrotero, pero casi siempre con la mejor intención.

Ahora que escribo estas líneas estoy frente al mar, una pequeña bahía, aunque es inverosímil pensar que algo relacionado al mar sea pequeño. Manejé un par de horas en la madrugada para llegar hasta aquí y ver el amanecer.

Sabía que aquí encontraría la inspiración, la paz, la quietud de mi mente para convivir con mis pensamientos y mis palabras.

Mi perra, nueva en mi familia la Matu, mi tabla de surf, laptop y yo. El sol frente a mí siendo la señal más pura, y por supuesto brillante, de que tengo vida, estoy con vida, y, madre: ¡Quiero vivir! Sin título pero en la constante búsqueda de mi plenitud y paz.

El momento

Tras un rompimiento muy abrupto, por supuesto doloroso, pero sobre todo ahora puedo decir que además de dolerme me paralizó. Hablé de esto en mi nota de ‘El ex del terror’, brevemente. Ahí me di cuenta que es un episodio que estaba en vías de ser sanado.

Regreso a ese momento: me dolía vivir. Me dolía respirar. Fue tan fuerte, tan grande el sentimiento de insuficiencia, repleto de cuestionamientos, «¿Por qué no se quedó conmigo? ¿Por qué rompió sus promesas? Si apenas ayer me dijo que me amaba. ¿Por qué se fue de esta manera tan cobarde?».

Me dolía sentir, pensar, respirar, interiorizar todos los porqués pero sobre todo el dolor se congestionó, se estacionó en el hipotálamo y se aferró por meses ahí. Se me fue el hambre, dejé de comer, bajé 19 kilos en seis meses. Mis expresiones eran en monosílabos. Álvaro en extinción.

Qué cortisol. Ni qué adrenalina. ¿Qué eran ganas de vivir? Las perdí en ese momento.

El momento

Pero justamente el cuerpo, el cerebro, la mente que es tan poderosa y cuando decidí que ya no quería sentir este inenarrable e indescriptible dolor para pasar al momento de quitarme la vida.

Un infarto —qué irónico—me salvó la vida.

La siguiente escena que recuerdo, la he compartido: es justamente mi madre llorando hincada. Jaci y Joachin, que son parte de mi familia desde que tengo memoria, y que por bendición de Dios estaban ahí me dieron los primeros auxilios y la ambulancia no tardó ni 5 minutos en llegar.

Mi madre repetía una y otra vez, «Dios, qué hiciste, por qué». Yo no entendía a que se refería. Pero en mi dolor físico y mental, otra vez mi primer y único pensamiento, «Idiota, por qué, para qué le provoqué este dolor a mi madre».

Estuve hospitalizado muchos días, semanas, quizá meses.

Mi programa de recuperación psiquiátrica continúa, por dicha con una de las mejores del mundo o para mí así lo es junto a mi psicóloga, todo un equipo profesional que día y noche me cuidan, pero también me han enseñado y será interminable la enseñanza para amarme a mi mismo.

Aceptarme, reconocerme, saber que sentiré días oscuros pero que la vida misma es así. Y está bien.

Agradezco a cada persona que ha sido paciente conmigo, a quienes me han acompañado sin juzgarme y además parece que son incansables. Por supuesto a mi madre, sin su amor y, por supuesto, su dinero, nada de esto sería posible. En México la salud mental pública prácticamente es inexistente, es una falacia.

El amor propio

En los recientes doce meses he tenido altos y bajos. Situaciones extraordinarias que a veces me ensombrecen, mi mente tiene todavía espasmos muy despiadados conmigo mismo. Sin embargo el amor propio me arropó. Sí, yo mismo.

Con amor hacia mi mismo, mis decisiones correctas e incorrectas, con mis silencios para entender pero además comprender y aceptar que sí soy suficiente, pero lo soy y seré para conmigo mismo. La validación es un reflejo de mis emociones, normales, pero no me distancian de mi cuidado y amor personal y propio.

También estoy en proceso de comprender que no todas las personas se van a quedar y que eso está bien y no tiene que ver con mi valor. Acepté, dejé ir y convivo con eso.

No soy ni mejor ni peor persona. No soy la peor persona ni soy un monstruo. Habrá, hay quien se queda y se quedará a mi lado así como soy de impulsivo, necio, imprudente, envalentonado, obstinado, hipersensible, cursi, amoroso y con todos mis achaques físicos, mentales y espirituales.

Tengo a mi madre cerca de mí porque me ama, porque siente miedo y está bien, pero sobre todo porque con mi hipersensibilidad requiero de mayores cuidados. Soy un adulto funcional que necesita atenciones, cuidados, cercanía de los míos, protección.

Autocuidado, ¿sin título?

Pero ahora elegí vivir solo, bueno, con mis plantas y mi perra Matu. Estoy aprendiendo a pasar tiempo conmigo mismo. A hacer las cosas que yo mismo elijo cada día. Qué comer, cuándo lavo, qué día hago las compras, cómo gestiono mis tiempos de descanso, trabajo, diversión, ir al mar, practicar surf.

Tengo un trabajo donde soy exitoso, atiendo clientes y cuentas que son las número 1 en el mundo en su giro, en su negocio. Mi desarrollo como colaborador profesional me ha dado inmensas satisfacciones por supuesto entre ellas la económica.

Pero también me ha dado, me da la posibilidad de conocer personas, seres humanos que a mí me parecen majestuosos, mujeres brillantes, talentosas, generosas, prudentes.

También me salvaron

También me salvaron. Me salvan, obvio sin saberlo.

Muchos días me pregunté:

  • ¿Qué he hecho para merecer simplemente estas atenciones?
  • ¿Por qué Liz es tan generosa y paciente conmigo?
  • ¿Por qué Rubmy me escribe para preguntarme cómo estoy, cómo está mi mamá?
  • ¿Y todas esas canciones de Bely para mí? El más consentido. También el más pedinche.
  • ¿Y las carcajadas que me provocan Nei, Yande, Yare, Ana, Pato, Mezca, JMJ, Gala Hills, Karime Jr? Lo escribo y me da risa. De la mayoría ni siquiera sé sus nombres.
  • ¿Y Rayito? Ojalá un día tu arte, tu ingenio y tu creatividad se traduce en abrazos al corazón.
  • Pero me salvaron, me salvan. Sobre todo Nei y Ale. Aunque repitan una y otra vez, «No somos good vibes, somos una mierdas». Pues qué hermosas mierdas, conmigo sí, con mi madre.
  • ¿Y basu, la tía, R23, TGM por qué son amables conmigo?, ¿así serán con otras personas?
  • El club KG, ya he escrito específicamente sobre ellas, ¿pero por qué amor, amistad, comprensión, cariño para mí? Las risas de Fer, la elocuencia de Mich, amo el uso repetido de «wey» de Pashi y las carcajadas de Gi.
  • Obvio Ce, Karen, Fríjol, Bren, Dani, CNI, Unito, Lucky, Helena, mis queridas Yomis y Yolis, Ingrid y todas las personas que recién he conocido. También ustedes me salvan, incluso las que olvido y estoy omitiendo por distraído.
  • También con las personas que ya no hablo pero lo hice: ¡Gracias!

Solo Dios sabe. Pero gracias a todas, todos, todes. Me abruma su cariño, pero inmensamente gracias.

Mi salud mental va mejor

Estoy mejor. Amo ver mi brillo nuevamente en mi ojos. Amo ver que me despierto en paz, tranquilo, dichoso, pleno con gratitud. Mis días van mejor, voy gestionando mejor mis emociones.

Escribo todos los días. Camino todas las mañanas, voy a mi clase de yoga, regreso a nada, desayuno frente al mar, tomo café y tomo mi bici para ir a casa. Todos los días que pueda hacer esta rutina la haré: El mar y yo.

Nada me sana más que el mar. Nada me inquieta y me abraza más que la inmensidad del mar. El mar tiene esos dones que son incontables pero también desmedidos que nos da con su majestuosidad. Sin título que describa su inmensidad.

Ayer en el mar de Santa Monica. Hoy en el mar de San Diego. En un par de días en la riviera francesa por trabajo pero frente al mar. El mar y yo.

Madre

Mi persona favorita es una protagonista en mi vida, lo seguirá siendo.

Gracias, madre. Te lo he preguntado mucho, «¿Cómo haces para amarme tanto?, ¿por qué tu amor es tan inmenso para Clemen y para mí?, ¿qué dones te dio Dios para ser paz, amor, tranquilidad y contención al mismo tiempo para mí?».

Pues es mamá. Qué más don, qué más dicha, la mayor bendición de la vida. Y, pues mi madre, qué ser humano tan maravilloso, ¿no? Tiene sus cosas que ah ‘jijo. Sobre todo es muy molona y respondona, ah, y habla mucho. Habla y escribe mucho, sus mensajes son inmensos, ¿imagínate para que lo diga yo?

Te amo. Estoy sanando, estoy mejor, procuro mi paz, camino de tu mano como si siguiera siendo aquel niño tímido, temeroso, miedoso de seis años. Sigo de tu mano, bajo tu cuidado, seguiré siempre cerca de ti. De ti, de mi abuela, de Clemen, de Almu, Cons, María Emilia, Alonso y Juan Diego.

Sin título

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Sin título pero con mucho amor y también responsabilidad.