Cáncer de piel, evítalo

Cáncer de piel, evítalo

Cáncer de piel, evítalo

Entre los cánceres de piel, hay un tipo especialmente agresivo: el melanoma maligno. Su incidencia ha ido en aumento en los últimos años, tanto que las estadísticas son alarmantes. Es un tumor que crece rápidamente y tiene una gran capacidad de metástasis. Por eso, los dermatólogos insisten en la prevención: "El melanoma puede matar en poco tiempo y, sin embargo, no es raro que pase inadvertido, porque la lesión se origina en un lunar, de nacimiento o más reciente, que estamos acostumbrados a mirar", dice la doctora Cristina Villegas, jefa de Dermatología del Hospital SanitasLas alteraciones en los lunares no son siempre sinónimo de melanoma. Puede tratarse simplemente de una irritación o foliculitis. Además, existen muchos tumores benignos de piel (manchas, verrugas…) y algunos tipos de cáncer de piel, llamados "no melanomas", que no son tan agresivos.Pero si aparece una alteración en un lunar, hay que ir al médico porque la curación depende de su diagnóstico precoz. "Los padres están cada vez más concienciados y cuando su hijo nace con un lunar, van al dermatólogo", comenta la doctora Villegas. Algo que los adultos también deben hacer: "Un tipo de lunar llamado nevus displásico es precursor del melanoma. Ante la duda, hay que extirparlo".La relación entre el cáncer de piel (melanoma y no melanoma) y la exposición solar está más que probada. La doctora considera fundamental proteger a los niños hasta los 15 años: "Esto reduce la posibilidad de tener cáncer en la edad adulta hasta un 75%". Lo ideal es que la protección solar se convierta en un hábito y no sólo en la playa. Para estar protegidos, basta con elegir una hidratante con protección media (15?20) o usar crema solar sobre la habitual.Sin embargo, no es necesario alarmarse en exceso ni evitar el sol, que es fuente de salud. "Es fundamental la protección, pero con sentido común. Las quemaduras provocan un daño celular que se acumula y puede degenerar en cáncer años después". Y es que el sol daña el material genético de las células, impidiendo que se recuperen y aumentando el riesgo de que se vuelvan cancerosas.

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